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domingo, 10 de febrero de 2019

La soberbia de la humanidad...

Es interesante cómo muchos de nosotros pretendemos agradar "adorar" a Dios mientras vivimos llenos de soberbia, ignorando lo que Dios ha dicho, porque preferimos vivir como nos place. ¿De verdad creemos que agradamos "adoramos" a Dios así? No lo creo. La obediencia es la virtud más indispensable a la hora de intentar agradar o adorar a Dios. "Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." Mateo 16:24 (RVR1960).
No hay mayor ejemplo de obediencia que el de Jesús, quien se negó a sí mismo para hacer la voluntad del Padre como afirma la Escritura: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." Filipenses 2:5-8 (RVR1960).  Sin embargo, la soberbia nos consume, y nos rehusamos a obedecer.

Ciertamente la humanidad tiene libre albedrío, pero si alguien pretende acercarse a Dios, y agradarle o adorarle, tiene que renunciar a la libertad que le conduce a practicar el pecado (soberbia), y convertirse en un siervo humilde y fiel que hace la voluntad de su Señor, y por eso disfrutará en plena libertad de las mejores dádivas que su Señor a reservado para todos aquellos siervos que demuestran que son fieles.  Si pretendemos ser discípulos de Jesús y aspiramos a ser como Él, entonces vivir como nos place no es una opción.  Dios vino a habitar entre nosotros para enseñarnos cómo debemos vivir conforme al origen de sus propósitos para la humanidad.  Sin embargo, nos parece poco que Dios haya decidido encarnarse en la figura de Jesús, para ser humillado y acecinado por nosotros, y a cambio Él nos ha pagado con Su perdón y nuestra salvación si nos arrepentimos, creyendo en Él y entregándonos a Él.  Sí, nos parece poco porque pretendemos seguir a Jesús mientras hacemos lo que más nos place, como dice el antiguo cliché, “sigue lo que te dicte tu corazón”.  Este cliché suena como el texto sagrado de una “religión” antropocéntrica, humanista, moderna, posmoderna y actual, pero no como un texto cristiano.  Las Escrituras establecen que seguir lo que dicta el corazón no siempre es lo más prudente o beneficioso.  En Jeremías 17:9-10 (RVR1960) dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?  Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Por eso, Jesús también dijo a sus discípulos:  "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre." Marcos 7:21-22 (RVR1960).  Además, el proverbista decía:  "El altivo de ánimo suscita contiendas; Mas el que confía en Jehová prosperará. El que confía en su propio corazón es necio; Mas el que camina en sabiduría será librado." Proverbios 28:25-26 (RVR1960).  También decía:  "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza." Proverbios 1:7 (RVR1960).  ¿Y cuál es el problema?  Que nos engañamos a nosotros mismos cuando pretendemos agradar “adorar” a Dios, si no somos capaces de renunciar a lo que más nos place, rindiendo nuestra voluntad para ejercitar la virtud de la obediencia a la voluntad de Dios, demostrando así que realmente buscamos agradarle y adorarle, como lo hizo Jesús al renunciar a sí mismo y sufrir hasta la muerte en obediencia al Padre.

Muchos dicen que esto es una tarea difícil.  Tal vez lo sea, pero más difícil fue para Jesús entregarse a la maldad de los hombres para ser humillado y acecinado, con tal de convertirse en la fuente de salvación y vida eterna para la humanidad.  Nadie ha dicho que es fácil, pero no es imposible para un corazón dispuesto a agradar a adorar a Dios, ya que Dios ha dado lo necesario para ayudarnos, como dice  2 Pedro 1:3-11 (RVR1960):  “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.  Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.  Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”  Todo lo que hay que hacer es rendir nuestra voluntad, y el que cree y ha nacido de nuevo, ofrecerá su vida en sacrificio al servicio del Evangelio de Cristo, porque vive agradecido de su salvación.  La Escritura dice:  "Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado." Juan 7:37-39 (RVR1960).  Así que somos dotados con el poder del Espíritu Santo para que perseveremos, pero tenemos la responsabilidad de ser intencionales en práctica todo lo que el apóstol Pedro nos exhorta en la porción de su carta que leímos en este párrafo.

Agradar y adorar a Dios es un ejercicio espiritual que requiere el uso de la razón y una gran dosis de fe según Hebreos 4:2 (RVR1960) que dice:  “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.”  Sólo la fe hace posible que los aspectos espirituales sean procesados por la razón, porque de otra manera, la razón no encuentra sentido a lo espiritual.  La Escritura dice:  “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6 (RVR1960).  También dijo Jesús:  “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” Juan 4:23-24 (RVR1960).  Además se nos exhorta que:  “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.  Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Colosenses 3:1-3 (RVR1960).  Pero como las cosas de arriba no se ven ni se oyen, no creemos lo que dice la Escritura, y por lo tanto, no obedecemos.  Además, es más fácil mantenerse enredado en las cosas perjudiciales de abajo porque alimentan los deseos insaciables de la carne, que obedecer a las Escrituras que alimentan nuestro desarrollo espiritual.

Así que no hay manera en que pretendamos agradar o "adorar" a Dios cuando no hemos rendido nuestra razón a la fe y tampoco estamos dispuestos a sacrificar lo que más nos place para ser obedientes a la voluntad de Dios, que no es otra cosa que ser transformados a imagen y semejanza de Cristo Jesús en todo, cultivando la vida espiritual que nos restaura para la verdadera vida, la vida eterna a la que seremos llevados para ser reunidos con nuestro Padre celestial.  En Marcos 14:38 (RVR1960) se nos exhorta lo siguiente:  “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”  Por eso, si pretendemos agradar y “adorar” a Dios, la obediencia es crucial, ya que cuando desobedecemos somos considerados incrédulos. Romanos 10:16-17 (RVR 1960) dice:  “Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”  Sucede que en este último pasaje, la palabra “obedecieron” es la traducción del concepto griego (hupakouo = obedecieron) que está relacionado al concepto griego (akouo = oír), que a la vez, es el equivalente del concepto hebreo (shama’ = oír/obedecer).  Por lo tanto, en los idiomas de la época usados en las Escrituras, tanto en el griego como en el hebreo, “oír y obedecer” son las hojas de una misma rama, básicamente una cosa implica la otra, se sobre entiende que si alguien escuchó, también obedeció.
Por todas partes las Escrituras nos guían a la búsqueda de la transformación de nuestra antigua manera de vivir, porque convertirse en un seguidor de Jesús es una decisión personal y voluntaria que tiene implicaciones serias, y cuando decidimos ser obedientes y negarnos a nosotros mismos como Él lo hizo, el Espíritu Santo de Dios toma el control de nuestra vida y nos guía y nos va transformando poco a poco a imagen y semejanza de Cristo.  Por eso dice la Escritura:  “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”  Efesios 2:1-3 (RVR1960).  Por lo tanto, si realmente queremos agradar y adorar a Dios, si realmente queremos ser seguidores de Jesucristo, si realmente queremos escapar de la ira para los hijos desobedientes, si realmente queremos llegar a disfrutar de la vida eterna, busquemos obedecer a nuestro Padre y dejemos a un lado la soberbia.  Al igual que los padres terrenales, Dios nos exige obediencia porque nos ama, sabiendo todo lo que nos conviene y buscando evitar que seamos alejados de Él.  Además, de esa manera busca nuestra restauración para que lleguemos a ser a imagen y semejanza de Jesucristo, y llevarnos a las moradas celestiales para que vivamos por toda la eternidad en Su presencia.

Eduardo Figueroa Aponte