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jueves, 4 de junio de 2020

Como puertorriqueño, reconozco y entiendo por qué el racismo no figura como un problema social prominente en Puerto Rico ni forma parte del discurso popular, y es que pensamos que el racismo no tiene nada que ver con nosotros por nuestra naturaleza interracial o mestiza. Sin embargo, esta es una noción que no puede estar más lejos de nuestra realidad.  Hoy escribo para hacer un llamado a tu consciencia, y en repudio al asesinato de GEORGE FLOYD.  Es hora de que los puertorriqueños despertemos del letargo que nos mantiene ciegos, mudos y engañados con relación al racismo que existe en nuestra cultura, y que perpetúa la injusticia, el discrimen, la desigualdad, la marginación, la opresión y la deshumanización de algunos, y que también nos oprime a todos bajo el yugo colonial del imperialismo estadounidense. 


George Floyd, fue un hombre afroamericano del estado de Minnesota que perdió su vida el pasado 25 de mayo a manos de los hijos de la supremacía blanca manifiesta en la brutalidad policiaca, y el motivo de las protestas que hoy cubren las ciudades de los Estados Unidos.  El detestable y lamentable asesinato de Floyd es el resultado del racismo institucionalizado que existe en los Estados Unidos desde sus comienzos como nación hace cuatrocientos años, que sirvió de fundamento a la supremacía blanca para erradicar a la población indígena americana y para esclavizar a los africanos, y que continúa vigente dentro de todas las estructuras que gobiernan y dirigen al país desde sus posiciones de poder, y que en estos días de crisis se ha manifestado con todo su esplendor en las decisiones tomadas desde la Casa Blanca.

No obstante, el asesinato de Floyd es sólo una gota más que se añade a la ya desbordada copa de la indignación por cuatrocientos años de esclavitud, colonización, asesinatos, injusticias, discrimen, desigualdad, marginación, opresión y deshumanización de todo aquel que no cumple con la viciada creación de estándares que formaron el mito de la supremacía blanca.  Por ejemplo, Álamo Pastrana afirma que “históricamente los Estados Unidos ha abordado la diferencia racial puertorriqueña como una formación social no normativa que necesita disciplina colonial.”[1]  Esto se refleja en cómo el Presidente actual sólo enfatiza la ley y el orden (mientras la quebranta) apelando a sus raíces de supremacía blanca y a todos sus simpatizantes (muchos de ellos evangélicos conservadores), ignorando el reclamo de las masas que están constituidas por toda clase de razas y trasfondos culturales que son la realidad de la sociedad norteamericana de hoy, y sus protestas no forman parte de la tradición “normativa patriarcal blanca” y “necesitan disciplina colonial.”[2]  Por eso, el Presidente no tiene ningún problema en utilizar el poder militar para someter a sus propios ciudadanos, aunque esto sea inconstitucional, porque no le interesa atender las crisis y los reclamos que obstruyen su campaña electoral.  Para colmo, atacó injustamente a manifestantes pasivos con fuerza militar y gas pimienta en los predios de la Casa Blanca para abrirse paso, y tuvo la desfachatez de sostener una Biblia en sus manos como quien hace alarde de la ya vergonzosa historia de su país, que manipuló las Escrituras viciosamente para justificar la conquista del continente americano, la colonización, la esclavitud y el mito de la supremacía blanca.  Si así ha respondido el primer ejecutivo a la crisis que vive su propia nación, ¿cuál crees que es su respuesta a las crisis que vive el pueblo puertorriqueño y a sus reclamos? 

Lo que está pasando en los Estados Unidos tras el asesinato de Floyd, es similar a lo que pasó en Puerto Rico en el verano del 2019, cuando nuestro gobierno se burló de nuestro sufrimiento y nuestro dolor, y el pueblo se adueñó de las calles hasta que el gobernador renunció.  Este evento es la más clara y reciente demostración del racismo institucionalizado que ha sido alimentado por la supremacía blanca que domina las instituciones de poder en los Estados Unidos y en Puerto Rico.  Ahora bien, en ninguna de las manifestaciones se justifica la violencia que usurpa la legitimidad y el propósito de la lucha contra la injusticia, pero es inevitable que algunos pierdan la cabeza, y que aparezcan intrusos que aprovechan cada ocasión para llevar acabo sus maquinaciones y agendas.  La supremacía blanca también ha asesinado a los nuestros cada vez que nos han negado la igualdad de derechos y oportunidades que merecemos como ciudadanos estadounidenses, y nuestra gente ha muerto por la falta de urgencia para atender nuestras emergencias nacionales con la falta de movilización de recursos como pasó en el huracán María, por ejemplo.  También ha asesinado a muchos la falta de recursos y sistemas que ayuden a mitigar los problemas de salud pública de los puertorriqueños en la Isla.  Además de las prácticas navales de la marina de los Estados Unidos en la isla de Vieques, que contaminaron nuestro medio ambiente, asesinando y enfermando de cáncer a muchos de los nuestros.  Otros han sido asesinados por la otorgación de permisos de construcción de proyectos que enriquecen a algunos, pero ponen en peligro la vida de muchos de los nuestros porque viven en zonas inhóspitas o donde no se debieron construir viviendas, y han sido víctimas de los desastres naturales o de el reclamo de la madre naturaleza.

Según Álamo Pastrana, “la relación colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos une las ideologías nacionalistas, las poblaciones diversas y las culturas heterogéneas.”[3]  Sin embargo, Álamo Pastrana también señala que los estudiosos sobre raza en la Isla insisten en que el racismo en Puerto Rico y en los Estados Unidos es distinto, con la intención de minimizar el racismo puertorriqueño y enfatizar el racismo estadounidense, distorsionando así la relación íntima que existe entre los regímenes raciales de la Isla y la Nación Norteamericana.[4]  “Esta comparación desvía dos aspectos centrales de la relación entre raza e imperio en Puerto Rico; la producción de la diferencia racial y el mito de la democracia racial,” añade Álamo Pastrana.[5]  Este factor es importante porque “las élites puertorriqueñas han sido las mayores promotoras de la “democracia racial” impregnando todas las relaciones raciales y la vida popular de los puertorriqueños.”[6]  A finales de la primera década del siglo XX, los intelectuales puertorriqueños impulsaron la idea de un “inclusivismo racial” que contrastaba con el racismo aberrante de los estadounidenses, de lo cual José Celso Barbosa, el político negro más reverente de la Isla, escribió que “el racismo nunca había existido ni existiría en Puerto Rico,” con la intención de avergonzar a la nación más democrática del mundo, según Álamo Pastrana.[7]  Esta retórica de negación a la existencia del racismo en Puerto Rico ha regulado y silenciado la heterogeneidad interna de nuestra variedad demográfica y ha reducido el entendimiento de la negrura y todo su legado cultural en los puertorriqueños.[8]  Hemos vivido engañados por una falsa noción de un estatus social que ha servido de plataforma al imperialismo estadounidense para perpetuar su opresión colonial sobre la Isla.  Álamo Pastrana afirma que “la producción de regímenes raciales entre Puerto Rico y Estados Unidos terminó poniendo en el centro a la blancura y la supremacía blanca en ambos contextos nacionales.”[9] Es decir, que nuestro empeño por distinguir nuestra diversidad racial para “distanciarnos del racismo norteamericano, se convirtió en nuestra propia versión de racismo y de supremacía blanca, que según Godreau, “la negrura en Puerto Rico es imaginada sólo como un factor pre-moderno compartido por algunos ‘alegres y rítmicos portadores de las tradiciones negras que todavía habitan en homogéneas y armoniosas comunidades;’ por lo tanto la negrura es limitada a cierta gente mientras que sus manifestaciones contemporáneas y heterogéneas son oscurecidas.”[10]  

Este breve resumen histórico de racismo en Puerto Rico puede iluminar la razón por la cual los puertorriqueños vivimos “enajenados” de este virus racial que destruye la dignidad de muchos de nuestros compatriotas y nos hace cómplices de la injusticia, el discrimen, la desigualdad, la marginación, la opresión y la deshumanización que hemos heredado de la supremacía blanca.  Por un lado, como sociedad multirracial afectada por el colonialismo y la supremacía blanca, hacemos todo lo posible por encajar dentro de los estándares de la blancura que “nos acerca a la similitud y aceptación entre los anglosajones,” queremos ser rubios, de ojos claros, pelo liso, y llevar vidas de abundancia económica que nos llevan a deudas impagables.  Esto es producto de una consciencia colonizada y una identidad trastornada e influenciada por la supremacía blanca, que busca el detrimento de nuestra naturaleza racial y nos hace creer que somos menos.  Por otro lado, hemos normalizado tanto el racismo que hoy se manifiesta en el argot popular de forma sarcástica, chistosa, irónica, en sobre nombres, comparaciones, críticas, etc., y generalmente se expresa sin intensiones de ofender, pero en realidad es sumamente ofensivo y peyorativo, y no importa cómo se manifieste, se llama racismo y debe ser erradicado en todas sus formas y de todos los estratos sociales, incluyendo la Iglesia (con todos sus apellidos).  Vivimos en una constante contradicción que a provocado la desmoralización de nuestra sociedad.  Debemos reconocer que hemos sido víctimas y a la vez perpetradores del racismo, aunque en la Isla no sea tan evidente socialmente, pero nuestra relación imperio/colonia con los Estados Unidos es evidencia suficiente.

Los que hemos tenido la oportunidad de vivir en el continente norteamericano experimentamos la gran diferencia de ser ciudadanos dentro del continente, y ciudadanos a la distancia en nuestra Isla.  Vivir en el continente nos obliga a la asimilación del idioma y la cultura estadounidense, y esto nos facilita el disfrute de la igualdad de derechos y oportunidades que disfrutan los ciudadanos continentales, pero nos hace vivir prácticamente aislados de nuestras familias y amigos y toda la cultura que nos formó, lo cual es un gran sacrificio.  Por otro lado, los derechos y oportunidades de los que viven en la Isla nunca son iguales porque somos considerados ciudadanos de tercera categoría, especialmente porque no estamos dispuestos a asimilar el idioma ni la cultura estadounidense, lo cual representa un obstáculo para que el gobierno de los Estados Unidos atienda al reclamo de todos los puertorriqueños que sueñan con que la Isla se convierta en el estado cincuenta y uno de la nación norteamericana.  Este problema se llama racismo, y ha afectado a nuestra cultura a través de la colonización de nuestras consciencias por medio del trastorno de nuestra identidad como pueblo. 

La dignidad en los seres humanos es una cualidad implícita de haber sido “creados a imagen y semejanza de Dios” (Génesis 1:27).  Nuestra semejanza y adopción como hijos de Dios por medio del sacrificio de Jesucristo, nos hace responsables de reconocer y proteger esa dignidad humana por medio del mandamiento de “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (Levítico 19:18; Mateo 19:19, 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14; Santiago 2:8).  Jesucristo “…es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es...” (Hebreos 1:3 NVI), y así nosotros “reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, y somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.” (2 Corintios 3:18 NVI).  Este es el propósito de la creación humana, que “todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo.” (Efesios 4:13 NVI) y así vivamos para siempre unidos al Padre.  Como seguidores de Jesucristo, la Iglesia (con todos sus apellidos) tiene la responsabilidad de reconocer y proteger la dignidad humana porque ha sido creada con propósito santo, y debe continuar su obra de “anunciar buenas nuevas a los pobres, proclamar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos, y pregonar el año del favor del Señor (Isaías 61:1-2; Lucas 4:18-19).  Cuando la Iglesia no atiende los problemas de injusticia, discrimen, desigualdad, marginación, opresión y deshumanización, peca por omisión, especialmente cuando se aferra a su tradición eclesiástica y pierde el discernimiento del Espíritu para continuar las obras de Jesucristo (Mateo 5:20; 23:23).  A mi amada comunidad de la fe cristiana:  la institucionalización del Iglesia (con todos sus apellidos) a servido de hogar a la supremacía blanca en muchas maneras opresivas, aunque esto fue exactamente lo que Jesucristo les recriminó a los líderes religiosos de su pueblo (fariseos y escribas,) que hicieron de sus leyes un ídolo opresivo.  Es hora de que las instituciones eclesiásticas revisen sus tradiciones, y las sujeten al mover del Espíritu que dirige y continúa las obras de Jesucristo en la tierra. 

Los puertorriqueños tenemos que aceptar, valorar y respetar nuestra verdadera identidad como pueblo, reconocer nuestras virtudes y defectos, trabajar con nuestra realidad para un mejor porvenir para todos, y evitar cometer los mismos errores que nos han conducido al estatus en el que nos encontramos hoy.  Termino esta reflexión citando al alcalde de la ciudad de Boston, Marty Walsh, que decía esta mañana: “Ver el asesinato de George Floyd es doloroso, no es tiempo para opinar, criticar, es tiempo de escuchar, reflexionar y tratar de entender el dolor de nuestra gente negra. No podemos pasar la página como hemos hecho hasta ahora con muchas de nuestras crisis, tenemos que escuchar y actuar en pos de los cambios necesarios,” y yo añado, en pos de la justicia. Que la trágica e injusta muerte de George Floyd sirva de testimonio contra nuestra omisión, abra nuestros ojos, y nos mueva a trabajar en contra del racismo y en pos de la justicia. 


[1] Carlos Alamo-Pastrana, Seams of Empire: Race and Radicalism in Puerto Rico and the United States (Gainesville: University Press of Florida, 2016), 6.
[2] Ibíd., 6.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd., 6.
[6] Ibíd., 7.
[7] Ibíd., 7-8.
[8] Ibíd., 9.
[9] Ibíd., 5.
[10]  Isar Godreau, Scripts of Blackness: Race, Cultural Nationalism, and Colonialism in Puerto Rico, Urbana: University of Illinois Press, 2015, 172.

Eduardo Figueroa Aponte

domingo, 10 de febrero de 2019

La soberbia de la humanidad...

Es interesante cómo muchos de nosotros pretendemos agradar "adorar" a Dios mientras vivimos llenos de soberbia, ignorando lo que Dios ha dicho, porque preferimos vivir como nos place. ¿De verdad creemos que agradamos "adoramos" a Dios así? No lo creo. La obediencia es la virtud más indispensable a la hora de intentar agradar o adorar a Dios. "Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame." Mateo 16:24 (RVR1960).
No hay mayor ejemplo de obediencia que el de Jesús, quien se negó a sí mismo para hacer la voluntad del Padre como afirma la Escritura: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." Filipenses 2:5-8 (RVR1960).  Sin embargo, la soberbia nos consume, y nos rehusamos a obedecer.

Ciertamente la humanidad tiene libre albedrío, pero si alguien pretende acercarse a Dios, y agradarle o adorarle, tiene que renunciar a la libertad que le conduce a practicar el pecado (soberbia), y convertirse en un siervo humilde y fiel que hace la voluntad de su Señor, y por eso disfrutará en plena libertad de las mejores dádivas que su Señor a reservado para todos aquellos siervos que demuestran que son fieles.  Si pretendemos ser discípulos de Jesús y aspiramos a ser como Él, entonces vivir como nos place no es una opción.  Dios vino a habitar entre nosotros para enseñarnos cómo debemos vivir conforme al origen de sus propósitos para la humanidad.  Sin embargo, nos parece poco que Dios haya decidido encarnarse en la figura de Jesús, para ser humillado y acecinado por nosotros, y a cambio Él nos ha pagado con Su perdón y nuestra salvación si nos arrepentimos, creyendo en Él y entregándonos a Él.  Sí, nos parece poco porque pretendemos seguir a Jesús mientras hacemos lo que más nos place, como dice el antiguo cliché, “sigue lo que te dicte tu corazón”.  Este cliché suena como el texto sagrado de una “religión” antropocéntrica, humanista, moderna, posmoderna y actual, pero no como un texto cristiano.  Las Escrituras establecen que seguir lo que dicta el corazón no siempre es lo más prudente o beneficioso.  En Jeremías 17:9-10 (RVR1960) dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?  Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
Por eso, Jesús también dijo a sus discípulos:  "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre." Marcos 7:21-22 (RVR1960).  Además, el proverbista decía:  "El altivo de ánimo suscita contiendas; Mas el que confía en Jehová prosperará. El que confía en su propio corazón es necio; Mas el que camina en sabiduría será librado." Proverbios 28:25-26 (RVR1960).  También decía:  "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza." Proverbios 1:7 (RVR1960).  ¿Y cuál es el problema?  Que nos engañamos a nosotros mismos cuando pretendemos agradar “adorar” a Dios, si no somos capaces de renunciar a lo que más nos place, rindiendo nuestra voluntad para ejercitar la virtud de la obediencia a la voluntad de Dios, demostrando así que realmente buscamos agradarle y adorarle, como lo hizo Jesús al renunciar a sí mismo y sufrir hasta la muerte en obediencia al Padre.

Muchos dicen que esto es una tarea difícil.  Tal vez lo sea, pero más difícil fue para Jesús entregarse a la maldad de los hombres para ser humillado y acecinado, con tal de convertirse en la fuente de salvación y vida eterna para la humanidad.  Nadie ha dicho que es fácil, pero no es imposible para un corazón dispuesto a agradar a adorar a Dios, ya que Dios ha dado lo necesario para ayudarnos, como dice  2 Pedro 1:3-11 (RVR1960):  “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.  Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.  Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”  Todo lo que hay que hacer es rendir nuestra voluntad, y el que cree y ha nacido de nuevo, ofrecerá su vida en sacrificio al servicio del Evangelio de Cristo, porque vive agradecido de su salvación.  La Escritura dice:  "Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado." Juan 7:37-39 (RVR1960).  Así que somos dotados con el poder del Espíritu Santo para que perseveremos, pero tenemos la responsabilidad de ser intencionales en práctica todo lo que el apóstol Pedro nos exhorta en la porción de su carta que leímos en este párrafo.

Agradar y adorar a Dios es un ejercicio espiritual que requiere el uso de la razón y una gran dosis de fe según Hebreos 4:2 (RVR1960) que dice:  “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.”  Sólo la fe hace posible que los aspectos espirituales sean procesados por la razón, porque de otra manera, la razón no encuentra sentido a lo espiritual.  La Escritura dice:  “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hebreos 11:6 (RVR1960).  También dijo Jesús:  “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” Juan 4:23-24 (RVR1960).  Además se nos exhorta que:  “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.  Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Colosenses 3:1-3 (RVR1960).  Pero como las cosas de arriba no se ven ni se oyen, no creemos lo que dice la Escritura, y por lo tanto, no obedecemos.  Además, es más fácil mantenerse enredado en las cosas perjudiciales de abajo porque alimentan los deseos insaciables de la carne, que obedecer a las Escrituras que alimentan nuestro desarrollo espiritual.

Así que no hay manera en que pretendamos agradar o "adorar" a Dios cuando no hemos rendido nuestra razón a la fe y tampoco estamos dispuestos a sacrificar lo que más nos place para ser obedientes a la voluntad de Dios, que no es otra cosa que ser transformados a imagen y semejanza de Cristo Jesús en todo, cultivando la vida espiritual que nos restaura para la verdadera vida, la vida eterna a la que seremos llevados para ser reunidos con nuestro Padre celestial.  En Marcos 14:38 (RVR1960) se nos exhorta lo siguiente:  “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”  Por eso, si pretendemos agradar y “adorar” a Dios, la obediencia es crucial, ya que cuando desobedecemos somos considerados incrédulos. Romanos 10:16-17 (RVR 1960) dice:  “Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”  Sucede que en este último pasaje, la palabra “obedecieron” es la traducción del concepto griego (hupakouo = obedecieron) que está relacionado al concepto griego (akouo = oír), que a la vez, es el equivalente del concepto hebreo (shama’ = oír/obedecer).  Por lo tanto, en los idiomas de la época usados en las Escrituras, tanto en el griego como en el hebreo, “oír y obedecer” son las hojas de una misma rama, básicamente una cosa implica la otra, se sobre entiende que si alguien escuchó, también obedeció.
Por todas partes las Escrituras nos guían a la búsqueda de la transformación de nuestra antigua manera de vivir, porque convertirse en un seguidor de Jesús es una decisión personal y voluntaria que tiene implicaciones serias, y cuando decidimos ser obedientes y negarnos a nosotros mismos como Él lo hizo, el Espíritu Santo de Dios toma el control de nuestra vida y nos guía y nos va transformando poco a poco a imagen y semejanza de Cristo.  Por eso dice la Escritura:  “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”  Efesios 2:1-3 (RVR1960).  Por lo tanto, si realmente queremos agradar y adorar a Dios, si realmente queremos ser seguidores de Jesucristo, si realmente queremos escapar de la ira para los hijos desobedientes, si realmente queremos llegar a disfrutar de la vida eterna, busquemos obedecer a nuestro Padre y dejemos a un lado la soberbia.  Al igual que los padres terrenales, Dios nos exige obediencia porque nos ama, sabiendo todo lo que nos conviene y buscando evitar que seamos alejados de Él.  Además, de esa manera busca nuestra restauración para que lleguemos a ser a imagen y semejanza de Jesucristo, y llevarnos a las moradas celestiales para que vivamos por toda la eternidad en Su presencia.

Eduardo Figueroa Aponte

lunes, 9 de octubre de 2017

Catarsis... ¡Un imperativo de la tragedia!

En los últimos días, hemos estado experimentando una tragedia tras otra.  Hoy más que nunca podemos afirmar con certeza, que estamos comenzando a ver el principio de los dolores profetizado por nuestro Señor y Salvador Jesucristo cuando dijo:  "Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes.  Todo esto será principio de dolores." (Mateo 24:6-8 NVI) El evangelio de Lucas añade:  "Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias por todas partes, cosas espantosas y grandes señales del cielo." (Lucas 21:11 NVI).  Más adelante dice:  "Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra, las naciones estarán angustiadas y perplejas por el bramido y la agitación del mar. Se desmayarán de terror los hombres, temerosos por lo que va a sucederle al mundo, porque los cuerpos celestes serán sacudidos. Entonces verán al hijo del hombre venir en una nube con poder y gran gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención." (Lucas 21:25-28 NVI) Es cierto que, a través de la historia, muchos han relacionado estas profecías con otros eventos parecidos.  Pero en nuestros días, hemos visto como todo esto ha comenzado a suceder a la vez.  Y qué quiero decir con esto, que Cristo regresa pronto a buscar su Iglesia.  Y tal como les advirtió a sus discípulos, nos advierte:  "Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improvisto sobre ustedes, pues vendrá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre."  (Lucas 21:34-36 NVI)

Habiendo dicho esto, podemos comenzar a trabajar con el término (catarsis).  Según el Diccionario de la Real Academia Española, es el "Efecto purificador y liberador que causa la tragedia en los espectadores suscitando la compasión, el horror y otras emociones; Purificación, liberación o transformación interior suscitada por una experiencia vital profunda, Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo."  Cuando experimentamos o presenciamos eventos trágicos, nuestra humanidad es sacudida.  El dolor, la incertidumbre, la impotencia, la desesperación y la desesperanza, golpean fuertemente nuestras mentes y nuestros corazones, como parte de nuestra naturaleza humana.  También es muy natural que la primera pregunta que aparezca en nuestras mentes sea ¿por qué?  Pero, la pregunta que debemos hacernos los que hemos puesto nuestra esperanza en el Todopoderoso, es ¿para qué?  Porque si creemos las expresiones del apóstol Pablo en su carta a los romanos, cuando dijo:  "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito" (Romanos 8:28 NVI), entonces la pregunta debe ser, ¿cuál es el bien que Dios quiere hacernos?, cuando permite que entremos en las crisis/catarsis.  Sé que para muchos resulta muy difícil entender esta realidad, pues siempre nos han querido vender que, al poner nuestra confianza en Dios, estaremos viviendo en el paraíso, pero lo cierto es que, para llegar al paraíso, primero hay que morir.  La verdad es que Jesús nos dijo:  "Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! yo he vencido al mundo." (Juan 16:33 NVI) Y es que Él también dijo:  "Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo." (Mateo 28:20 NVI). 

Así que, en medio de nuestras crisis, nuestro Señor ha prometido estar presente, pero con mucha frecuencia olvidamos acudir a Él para hallar su oportuno socorro en medio de nuestras catarsis.  Si es difícil entender y manejar las crisis para los que esperamos en Dios, para aquellos que no le han entregado sus vidas al Señor, es insoportable.  La vida me ha enseñado a mirar mis crisis con los espejuelos de la esperanza y la fe, que me permiten mirar el panorama objetivamente, y con expectación sobre lo que Dios quiere lograr en mí mientras entro en un periodo de catarsis.  La mayoría del tiempo no sabremos cuál es el propósito de cada crisis, pero habiendo superado la etapa, siempre puedo dar gracias a Dios por haberme permitido experimentar la crisis, pues me ha mostrado que, en el proceso de catarsis, ha cumplido su propósito en mí, y me ha mostrado Su gloria.  La crisis que está viviendo mi país Puerto Rico, tras el paso del huracán María, me ha pegado muy fuerte, pues amo a mi tierra con todo el corazón.  Y es que la tragedia ocurrió justo después de trasladarme a la ciudad de Boston en los Estados Unidos, para comenzar mis estudios postgraduados.  Cada vez que veo las noticias, fotos y videos en las redes sociales, que evidencian la desgarradora destrucción que ocasionó el huracán, me parten el alma de dolor y no puedo evitar el llanto.  No puedo imaginar el dolor de los que lo perdieron todo, incluyendo sus seres queridos, al igual que nuestros hermanos de Méjico con los terremotos y otras ciudades en Estados Unidos.  Lo que se vive en mi Isla es un caos que nunca imaginamos, una verdadera pesadilla, es como retroceder en el tiempo a los años 30. Pero, así como Puerto Rico logró superar la crisis de aquellos años, sin los recursos y la tecnología que hoy tenemos, lo volveremos a hacer.  Ahora, quiero invitarles a reflexionar en la pregunta, ¿para qué Dios ha permitido que suframos esta crisis?  Desde mi punto de vista, nos encontramos en medio de una catarsis nacional.  Puede que eso suene extraño, pero quiero prestarte mis espejuelos de esperanza y fe. 

Como país, hemos sido bendecidos en gran manera, pero esa bendición se nos subió a la cabeza, y se nos olvidó que todo lo que somos y tenemos se lo debemos a Dios, y nos hemos creído autosuficientes.  Nuestro gobierno se embriagó de poder y su arrogancia le ha llevado a pensar que Dios no es necesario y han querido marginarlo, popularizando la mal interpretada y célebre frase "debe haber total y absoluta división entre la Iglesia y el Estado.  Pero resulta que nuestra Isla está marcada de manera profética como la Isla del Cordero (Jesucristo).  Así que Dios tiene grandes propósitos con nuestro terruño.  Por nuestras malas decisiones, decidimos sacar a Dios de nuestras vidas y Él ha respetado nuestra decisión, haciéndose a un lado.  Hemos visto cómo todo nuestro esplendor se ha venido abajo, según han pasado los años.  Los servicios básicos que ofrece el gobierno, han venido colapsando por falta de mantenimiento, actualización, y malversación de fondos.  Llevamos años lidiando con el problema de nuestro estatus territorial, y con una crisis económica sin precedente, que ha hecho aumentar el desempleo, la criminalidad, la falta de recursos, etc.  Finalmente, cuando pensábamos que nos encontrábamos en el peor momento de nuestra historia, llegó la verdadera crisis que nos ha provocado entrar en catarsis.  Sí, ha llegado el momento en que, despojados de todo lo que pensamos que nos pertenecía y nos mantenía ocupados, entretenidos y alejados de Dios, ha sido quitado para que de una vez y por todas busquemos y clamemos a Aquél que puede brindarnos el oportuno socorro.  Llegó la hora de despojarnos de nuestra arrogancia, la hora de comenzar a dirigir nuestras vidas hacia lo que verdaderamente importa, la hora de vivir y amar, la hora de dejar las apariencias, la hora de interesarnos y cuidarnos los unos a los otros, la hora de quitarnos los estigmas que nos han querido poner y que ocultan quiénes somos en realidad, la hora de buscar a Dios de todo corazón. 

Dios quiere hacer cumplir su propósito en nosotros, y con mano poderosa, Él quiere mostrarnos su gloria.  Por eso es importante que, en medio de nuestra catarsis, seamos sensibles a la voz de Dios como nos exhorta la Palabra "Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón como sucedió en la rebelión, en aquel día de prueba en el desierto." (Hebreos 3:8 NVI) Si depositamos nuestra plena confianza en Él, disfrutaremos del cumplimiento de sus promesas, Jesús nos enseñó: " Así que no se preocupen diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿Qué beberemos? o ¿Con qué nos vestiremos?  Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.  Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas." (Mateo 6:31-34 NVI) Esta catarsis nos ha llevado a convertirnos en el foco de las noticias internacionales, revelando la raíz de nuestro problema económico, causado por nuestro estatus relacional con los Estados Unidos.  Dios ha querido que el mundo sepa quiénes somos en esencia y nos va a hacer justicia.  Pero es necesario que nos humillemos ante Él, porque así hará brillar su gloria en nosotros y cumplirá su propósito. 


Su Palabra nos confronta de la siguiente manera:  "¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios. ¿O creen que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíritu que hizo morar en nosotros?  Pero él nos da mayor ayuda con su gracia. Por eso dice la Escritura: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.» Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.  Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará." (Santiago 4:4-10 NVI) No puedo evitar pensar en la Palabra profética que Dios puso en la boca del profeta Jeremías, cuando el pueblo de Judá fue llevado cautivo a Babilonia diciendo:  "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.  Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme y yo los escucharé.  Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón.  Me dejaré encontrar -afirma el Señor-, y los haré volver del cautiverio." (Jeremías 29:11-14 NVI) "¡Ánimo Puerto Rico, el Señor nos levantará!

Eduardo Figueroa Aponte