¿Qué significa ser discípulo? Según el Diccionario de la Real Academia Española significa: "Persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro; Persona que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los maestros que la establecieron." Muchas de esas escuelas nacen de mitos o raíces filosóficas y especulativas. Pero el cristianismo es una escuela que no puede compararse con ellas, pues está basada en hechos verídicos que cambiaron el curso de la historia. Contrario a las escuelas filosóficas de antaño, especialmente las griegas, que otorgaban a sus discípulos gran prestigio y renombre, la escuela del cristianismo no concede ningún "glamour"a sus discípulos. Y es que ser discípulo de Jesucristo implica renunciar a nuestro libre albedrío y someternos a su voluntad. No son muchos los que están dispuestos a esto, pero así lo dejó establecido cuando dijo: “Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará.” (Mateo 16: 24-25)
Las palabras de Jesús a sus discípulos tienen un carácter profético, pues son la revelación de Dios que envuelve una enseñanza, que no fue exclusiva para aquellos doce, sino que sus palabras están vestidas de eternidad y también fueron dirigidas a sus futuros discípulos, nosotros. Cuando hemos conocido la revelación de Dios por su Palabra, reconocemos que Él tiene un plan, y ese plan fue diseñado exclusivamente para nosotros (nuestra salvación por medio de Jesucristo). Sin embargo, por lo general los seres humanos tendemos a gestionar nuestros propios planes, y con toda probabilidad éstos sólo son para nuestro beneficio y también nos llevan a la perdición, porque pocas veces o ninguna, incluimos a Dios en ellos. Y es que estamos más ocupados trabajando por lo terrenal y pasajero, que por lo espiritual y eterno. Con mucha regularidad osamos en cuestionarle y reclamarle a Dios, cuando nuestras circunstancias no se parecen a los resultados que esperamos de nuestros planes. Pero, ¿tuvo Dios participación en el desarrollo de nuestros planes? ¿Hemos prestado atención al plan que Dios ha revelado a nuestras vidas? Cuando nuestros planes no guardan relación con el plan de Dios, con toda probabilidad experimentaremos circunstancias difíciles. Dios las permitirá, pues con ellas logrará que regresemos a Él, para mostrarnos el camino que nos llevará al cumplimiento de su plan en nosotros. ¿Y qué nos pedirá el Padre? Que sigamos a aquel que nos ha mostrado el camino, nuestro Maestro y Redentor Jesucristo. Por eso en las palabras que Él dirigió a sus discípulos, he identificado tres elementos del carácter que deben desarrollar aquellos que quieran convertirse en verdaderos discípulos de Jesús. Estos elementos nos llevarán a ser como nuestro Maestro, para cumplir con el plan del Padre.
Elemento #1 (LA OBEDIENCIA) "Si alguien quiere ser mi discípulo…"
¿Qué es obedecer? Es cumplir la voluntad de quien manda. Jesús utiliza esta premisa para plantear algunas condiciones. El que quiere ser discípulo de Jesús, aunque haya sido llamado por Él: 1- Tiene que decidirlo libre y voluntariamente; 2- Tiene que estar atento para entender y seguir las instrucciones del Maestro; 3- El buen discípulo demuestra que es apto poniendo en práctica lo que su Maestro le ha enseñado. Entonces, ¿qué sucede cuando obedecemos las órdenes del Maestro? En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos ilustra diciendo: "¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida”. (Romanos 6:16). Aquí el apóstol Pablo expone uno de los principios básicos y cualitativos (una cualidad) necesarios para el ministerio, obedecer. Esto es un deber, no es opcional. El autor de la carta a los Hebreos nos presenta este deber poniendo a Jesús como ejemplo, al decir: "Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen…”. (Hebreos 5:8-9). Por eso nosotros, siendo hijos por adopción, nuestro Padre permitirá que el sufrimiento sea el instrumento que nos enseñe a obedecer y nos lleve a la perfección, a semejanza de nuestro Maestro. El apóstol Pedro también confirma este hecho diciendo: “Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros”. (1 Pedro 1:22). En el evangelio de Juan, leemos en palabras de Jesús: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa”. (Juan 15:10-11). En el libro de Apocalipsis también encontramos la exhortación a la obediencia: “¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!” (Apocalipsis 14:12). Entonces, ¿por qué la obediencia es tan importante? En la Biblia encontramos que toda la creación obedece los mandamientos de Dios, los cielos, vientos, el mar, los animales, los espíritus malignos, TODO. Pero la desobediencia de Lucifer ocasionó su expulsión del reino de los cielos e hizo uso de artimañas para hacer que los hombres, la máxima creación de Dios por ser a su imagen y semejanza, también fueran expulsados del paraíso. Así que no cabe duda de que un elemento necesario en el carácter para ser discípulo de Jesús, es la OBEDIENCIA.
¿Qué es obedecer? Es cumplir la voluntad de quien manda. Jesús utiliza esta premisa para plantear algunas condiciones. El que quiere ser discípulo de Jesús, aunque haya sido llamado por Él: 1- Tiene que decidirlo libre y voluntariamente; 2- Tiene que estar atento para entender y seguir las instrucciones del Maestro; 3- El buen discípulo demuestra que es apto poniendo en práctica lo que su Maestro le ha enseñado. Entonces, ¿qué sucede cuando obedecemos las órdenes del Maestro? En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos ilustra diciendo: "¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida”. (Romanos 6:16). Aquí el apóstol Pablo expone uno de los principios básicos y cualitativos (una cualidad) necesarios para el ministerio, obedecer. Esto es un deber, no es opcional. El autor de la carta a los Hebreos nos presenta este deber poniendo a Jesús como ejemplo, al decir: "Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen…”. (Hebreos 5:8-9). Por eso nosotros, siendo hijos por adopción, nuestro Padre permitirá que el sufrimiento sea el instrumento que nos enseñe a obedecer y nos lleve a la perfección, a semejanza de nuestro Maestro. El apóstol Pedro también confirma este hecho diciendo: “Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros”. (1 Pedro 1:22). En el evangelio de Juan, leemos en palabras de Jesús: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa”. (Juan 15:10-11). En el libro de Apocalipsis también encontramos la exhortación a la obediencia: “¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!” (Apocalipsis 14:12). Entonces, ¿por qué la obediencia es tan importante? En la Biblia encontramos que toda la creación obedece los mandamientos de Dios, los cielos, vientos, el mar, los animales, los espíritus malignos, TODO. Pero la desobediencia de Lucifer ocasionó su expulsión del reino de los cielos e hizo uso de artimañas para hacer que los hombres, la máxima creación de Dios por ser a su imagen y semejanza, también fueran expulsados del paraíso. Así que no cabe duda de que un elemento necesario en el carácter para ser discípulo de Jesús, es la OBEDIENCIA.
Elemento #2 (EL SACRIFICIO) "Tiene que negarse a sí mismo…"
¿Qué es sacrificio? Es un acto de abnegación (renunciar voluntariamente a los propios deseos, pasiones o intereses, en favor de otros) inspirado por la vehemencia (ardor y llenura de pasión) del amor. Jesús les dio una orden que Él mismo pondría en función muy pronto, al negarse a sí mismo, para padecer en la cruz, dando su vida por amor a nosotros. Si a Jesús que es nuestro maestro le costó la vida someterse al plan y al propósito de Dios, a nosotros sus discípulos también nos va a costar. En la carta a los Filipenses el apóstol Pablo resume este hecho de forma poderosa diciendo: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”. (Filipenses 2:5-8).
Hagamos un paréntesis para reconocer esta instrucción de "negarse a sí mismo", mirando tres potenciales candidatos a ser discípulos de Jesús. Los primeros dos los encontramos en el evangelio de Mateo cuando leemos lo siguiente: “Se le acercó un maestro de la ley y le dijo: —Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas. —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Otro discípulo le pidió: —Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre. —Sígueme —le replicó Jesús—, y deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mateo 8: 19-22). El primero, como maestro de la ley, debe estar dispuesto a sacrificar sus comodidades y lujos, y vivir siendo suplido con lo necesario. Debe entender que al seguir a Jesús enfrentará dificultades. Por eso en el evangelio de Juan encontramos que Jesús les dijo: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33). El segundo ha sido llamado por Jesús y está muy dispuesto, pero indeciso y preocupado por las cosas de este mundo. Jesús le establece un nuevo orden de prioridades, el reino de Dios es primero y el de la tierra después. No quiere decir que se olvide de su padre, pero él ha vivido ocupándose toda su vida por el reino terrenal y ha descuidado el reino celestial. Dios no le privará de cumplir su deber con su padre a su tiempo, y proveerá de recursos para que esté bien atendido mientras trabaja para las cosas eternas. Por eso Jesús también les dijo: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.” (Mateo 6:33)
El tercero es el joven rico del evangelio de Marcos, que acercándose a Jesús y postrándose ante Él le preguntó sobre lo que debía hacer para ganar la vida eterna. Jesús le recordó los mandamientos y el joven asegura haber cumplido con ellos, entonces “Jesús lo miró con amor y añadió: —Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas”. (Marcos 10:21-22) Y más adelante Pedro pregunta y Jesús responde: “—¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? —comenzó a reclamarle Pedro. —Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna”. (Marcos 10:28-30). Aquí Jesús no está condenando al joven por ser rico, pues no hay nada de malo en que trabajemos y ganemos el pan con el sudor de nuestra frente y seamos bendecidos con abundancia de pan y disfrutemos de ella, pues es un mandato de Dios. Pero en el caso del joven rico, (que es el caso de muchos de aquellos que alcanzan tal abundancia de pan) "sus riquezas" se convirtieron en su dios, y la respuesta de Jesús le confrontó con la realidad de su corazón. En el evangelio de Mateo Jesús ordena: "No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón." (Mateo 6:19-21).
En el Antiguo Testamento de la Biblia, el sacrificio de animales (siendo el ganado sinónimo de abundancia) era un acto de gratitud y adoración a Dios. Pero en la actualidad nuestro sacrificio debe manifestarse de otra manera, pues los (lujos y los placeres, siendo el sinónimo de abundancia) son los que deben ser sacrificados en un acto de gratitud y adoración a Dios, especialmente cuando éstos ocupan la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo. En la Biblia encontramos al rey Salomón, de quien se dice que no hubo ninguno ni habrá otro como él sobre la tierra en sabiduría y en riquezas. Muchos afirman que él es el autor del libro de Eclesiastés, en el que reflexiona acerca de su vida, ya en una etapa avanzada en edad, y allí encontramos que exclama lo siguiente: "Me engrandecí en gran manera, más que todos los que me precedieron en Jerusalén; además la sabiduría permanecía conmigo. No le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón privé de placer alguno, sino que disfrutó de todos mis afanes. ¡Sólo esto saqué de tanto afanarme! Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida." (Eclesiastés 2:9-11). Ciertamente esta declaración expone el corazón de un hombre que reconoce que todo lo que hizo por satisfacer los anhelos de su corazón, nunca llegaron a satisfacerle del todo, pues en medio de todo eso, descubrió que había provocado un vacío, cuando todos sus afanes terminaron por estrangular su relación con Dios. Por eso Jesús dijo: "Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas." (Mateo 6:24).
Decía el Dr. Samuel Solivan, el teólogo exponente en una conferencia sobre discipulado a la que asistí, que hay una gran diferencia entre ser un discípulo y ser un seguidor de Jesús. En los tiempos que Jesús desarrolló su ministerio en la tierra, tuvo muchos seguidores (multitudes), pero pocos discípulos. Y es que en el entorno judío los discípulos y los seguidores escogían a sus maestros. Pero, Jesús rompió con ese paradigma, pues era él quien escogía y llamaba a sus discípulos. La mayoría de sus seguidores terminaron apartándose de Él, cuando fueron confrontados con los requisitos y valores necesarios para entrar en el reino de Dios. Sólo los discípulos tuvieron el carácter necesario para continuar el ministerio de Jesús, una vez Él fue llevado al cielo luego de su resurrección. Si Jesús nos ha llamado, es porque ha visto en nosotros candidatos para ser sus discípulos. Pero es necesario soltar y entregar nuestras agendas para que Dios las diseñe y las dirija. Hay que evitar tener el corazón dividido entre las cosas de este mundo y las del reino de Dios. Todo esto cuesta. Aunque nuestros planes sean buenos, los planes de Dios siempre son mejores y perfectos, pues están amarrados a su propósito. Por eso, otro elemento necesario en el carácter para ser discípulo de Jesús, es el SACRIFICIO.
Elemento #3 (ENTREGA) "Tomar su cruz y seguirme…"
¿Qué es entrega? Es atención, interés, esfuerzo en apoyo a una o varias personas, a una acción o a un ideal. No existe un mayor ejemplo de entrega que la vida misma de Jesús. La Biblia nos muestra a un Jesús enfocado y apasionado desde su niñez, por hacer cumplir el propósito del Padre, y entregó todo su ser por amor a nosotros. Muchas veces nos envolvemos en tantas cosas para la obra del Señor, que no sacamos el tiempo necesario para atender el plan diseñado por el Padre para nosotros. En esas cosas desarrollamos una zona tan cómoda, de la cual no queremos salir, y terminamos perdiendo el enfoque y olvidando el propósito para el cual fuimos llamados. Al Maestro le costó cargar su cruz (de forma metafórica y literal) y cumplir con el propósito del Padre. A nosotros, si somos buenos discípulos, también nos tiene que costar. ¿Cuál es la cruz que nos toca tomar? Debemos rendir/entregar nuestras vidas a los pies del Padre, para que por Él abunde nuestro amor por el prójimo, y así como Jesucristo rindió su vida por nosotros, podamos rendir las nuestras por el prójimo. Así cumplimos el propósito del Padre. Y podemos pensar que ya le hemos entregado nuestras almas al Padre por medio de Jesús, pero hay algo más… con frecuencia nos reservamos mucho de nuestras vidas que hay que rendir. Rendir nuestras vidas implica (sujetarnos, someternos, obligarnos, dar fruto, ser útiles) al propósito del Padre, no al nuestro. ¿Qué significa “Tomar su cruz” para todo el que quiera ser discípulo de Jesús? La respuesta la encontramos en la entrega que Jesús demuestra en varios pasajes bíblicos que exponen la pasión con la que sigue su plan de trabajo:
“No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento”. (Mateo 15:17). Cuando trabajamos por cumplir lo que dice la escritura de nosotros, enfrentaremos críticas y falsas acusaciones, esto es parte de la cruz que nos toca tomar, pues Jesús cargó con ella durante todo su ministerio. Así quedó demostrado en los evangelios cuando Jesús se sentó a comer con gente que no gozaba de muy buena reputación: “Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: —¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.” (Mateo 9:11-13) El evangelio de Lucas añade "No he venido a llamar a justos sino a pecadores <para que se arrepientan>."(Lucas5:32). Pecamos por omisión cuando nos cohibimos de hacer lo que el Espíritu Santo nos inspira, sólo porque otros pueden malinterpretar lo que hacemos. Jesús hizo lo que había que hacer impulsado por el propósito del Padre, no por lo que otros pudieran pensar. A veces nos desvivimos más por guardar nuestro testimonio o nos escudamos detrás de él para librarnos de nuestras responsabilidades, en vez de trabajar por aquello para lo cual fuimos llamados. El testimonio que damos al mundo es muy importante, pero más importante es hacer la voluntad de Dios aunque otros no lo entiendan. Con regularidad podríamos pensar: (...que no me vean entrando aquí; y qué pasaría si me ven hablando con tal o cual persona, me van a criticar si me ven pasando por tal lugar; si me ven con esta gente y se lo dicen al pastor me van a poner en disciplina, etc.) Es hora de dejar atrás los prejuicios que buscan la aprobación de los hombres y comenzar a trabajar en la obra que se nos encomendó y agradar a Dios. Si usted está haciendo la voluntad de Dios guiado por el Espíritu Santo, que no le importe lo que piensen los demás, cargue su cruz con gozo, alegría y entrega, porque la única opinión que cuenta, es la del Padre que nos envió y Él nos exaltará.
Como parte de la cruz que llevaremos, enfrentaremos conflictos y oposición en todos los escenarios de nuestras vidas, aun dentro de la iglesia y nuestras familias. Bajo estas circunstancias probamos nuestro carácter, nuestra fe y entrega, cuando avanzamos firmes hacia la meta sin importar lo que se presente en el camino. Así lo expuso Jesús cuando dijo: “»No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia”. »El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda por mi causa, la encontrará.” (Mateo 10:34-38). Y no es que Jesús haya venido literalmente a traer la espada, es que su venida provocó todos estos conflictos. Como discípulos de Jesús, nos tocará soportar los resultados de esos conflictos, tomando decisiones duras y renunciando a los impulsos que provocan nuestros sentimientos, para hacer la voluntad del Padre. Así lo hizo Jesús antes de su captura para ser juzgado y oró al Padre: "Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú." (Mateo 26:39).
El evangelio de Lucas muestra a Jesús suprimiendo sus deseos de ver el castigo que sufrirán los enemigos del Padre, y decidió esperar pacientemente el tiempo designado, soportando su angustia y sufriendo la prueba para dar cumplimiento al propósito del Padre. “He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla!” (Lucas 12:49-50). Esto contrasta con la cultura de escape que se ha desarrollado dentro de muchos sectores de la iglesia, que escudándose en la esperanza de que Jesucristo regresa pronto, se han sentado a orar por que regrese ya y no mueven un dedo por cumplir con su propósito y responsabilidad aquí en la tierra hasta que Él venga. Pero mediante una parábola Jesús dijo: "Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber." (Lucas 12:43). La entrega de nuestro Maestro se vio reflejada en su constante énfasis de cumplir con la agenda que trajo desde el cielo, interrumpiendo así todo lo que estuviera deteniendo su ministerio. El evangelio de Marcos lo registra narrando: "Jesús respondió: —Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido". "Jesús andaba de un lugar para otro buscando cumplir el propósito del Padre." (Marcos 1:38) Si el mensaje de Jesús fue rechazado (especialmente por sus líderes religiosos), ¿por qué muchas veces pretendemos medir el éxito de nuestras campañas de evangelización, por la aceptación te tenga el mensaje o la cantidad de personas que lo aceptaron? La realidad es que siempre habrán personas y grupos que nos rechacen, nuestra responsabilidad es anunciar el mensaje del evangelio, y el Espíritu Santo se encarga de convencerlos. Jesús le reprochó este hecho a sus líderes religiosos diciendo: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan; pero si otro viniera por su propia cuenta, a ése sí lo aceptarían”. (Juan 5:43). Así que es de esperarse que a nosotros tampoco nos crean. La vida de nuestro Maestro estuvo llena de retos, peligros, rechazos y persecuciones, que pueden hacer renunciar al más santo. A esto se refirió Jesús cuando dijo “Tome su cruz y sígame”, porque si pretendemos ser buenos discípulos de Jesús, tendremos que ser entrenados y probados igual que Él, para que se cumpla el propósito del Padre. Todo esto demuestra que definitivamente uno de los elementos necesarios en el carácter para ser discípulo de Jesús es ENTREGA.
Nadie dijo que seguir a Jesús es fácil. Pero lastimosamente, por muchos años la Iglesia ha proyectado la vida cristiana como una sociedad en la cual se predica teología de mantenimiento, con tal de no perder su feligresía. Pero la Palabra de Dios nos ha confrontado con 3 elementos que han estado ausentes en nuestro carácter como cristianos: OBEDIENCIA, necesaria para seguir instrucciones, aprender y poner en práctica la enseñanza del Maestro; SACRIFICIO, necesario para llegar a cumplir el propósito y llegar a la meta establecida en el plan del Padre. ENTREGA, necesaria para trabajar con la mirada puesta en el propósito y plan del Padre, sin desmayar ante la adversidad hasta que Él venga. Y aunque nadie dijo que era fácil, vale la pena ser discípulo de Jesús, pues nuestro Maestro ha prometido diciendo:
> “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:18-20)
> "…en este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo." (Juan 16:33)
> “Al que salga vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios”. (Apocalipsis 2:7)
> “…se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida…” (Apocalipsis 3:5)
> "…le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono…" (Apocalipsis 3:21)
Después de considerar todas esta cosas... ¿Consideras que eres discípulo de Jesús, o eres un seguidor? Dios nos ha llamado a ser discípulos no seguidores. Anímate, nuestra recompensa nos espera en la presencia del Rey de Reyes y Señor de Señores! A Él toda la gloria.
Eduardo Figueroa Aponte
Me gusta mucho tu escrito. Solo cuestionaria tu definición inicial de discípulo dada la fuente que utilizas. Jesus define un discípulo como aquel que toma su lugar. El discípulo de Jesus es aquel que ocupa con sus palabras y acciones el espacio que deja el maestro al partir. Es por eso que los requisitos requeridos solo pueden ser formados en mi por el propio maestro a quién sustituyo. He ahí la función del Espíritu Santo. Solo podemos ser discípulos de Jesus mediante la acción amorosa de Jesus en nosotros por medio de Su Espíritu. Muchas bendiciones.
ResponderEliminarDios te bendiga mucho Samuel C. A Dios sea toda la Gloria! Gracias por tomar de tu tiempo para leer esta reflexión y transmitirme tu conclusión. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Mi intención con las definiciones de esa fuente secular y académica, es compararlas con las definiciones bíblicas. Con ellas pretendo ilustrar que hasta las fuentes seculares ofrecen definiciones que armonizan perfectamente con la Biblia, porque son conceptos universales, aunque la Biblia les añade más valor. Lo hago como disciplina didáctica, con el propósito de facilitar el entendimiento previo de conceptos medulares del escrito. Especialmente para aquellos que no están tan familiarizados con los conceptos bíblicos espirituales, para que puedan reconocerlos secularmente y adaptarlos y relacionarlos fácilmente a lo espiritual. Espero haber satisfecho tu inquietud, una vez más, muchas gracias. Bendiciones!
Eliminar