En la historia de Dios, los profetas siempre han jugado un papel protagónico. Y es que por medio de ellos, se propuso revelar a su pueblo los acontecimientos que han de tener lugar en el futuro inmediato, cercano o lejano. Estas revelaciones pueden ser motivadas por varias razones: la apostasía y un llamado al arrepentimiento; anuncio de condenación a los enemigos de Dios; el anuncio del cumplimiento de lo que Él había advertido que acontecerá a los desobedientes; y el cumplimiento de las bendiciones que han de manifestarse por causa de sus promesas. Sin embargo, el ministerio de los profetas del Antiguo Testamento nunca fue tarea fácil. El contexto histórico bajo el cual se desarrollaron estos ministerios, era uno lleno de peligros, especialmente por el riesgo de perder la vida, mientras se estaba cumpliendo con un mandato (voluntad) de Dios. Para esto, había que tener agallas, y sobre todo amar a Dios de todo corazón, que implica (obediencia). No obstante, aunque realmente amemos a Dios de todo corazón y seamos obedientes, nuestra humanidad nos traiciona y terminamos en desobediencia, especialmente cuando tenemos miedo, o porque lo que Dios quiere que hagamos no se parece a lo que realmente quisiéramos hacer.
Tal fue el caso del profeta Jonás, a quien Dios escogió para llevar su mensaje de condenación, contra la maldad del rey de Asiria, quien había levantado su voz con blasfemia y vituperio contra Jehová y se atrevió a tomar las ciudades fortificadas de Judá. Jonás no vio con buenos ojos esta encomienda, pues sabía que mensaje podía provocar el arrepentimiento de los habitantes de Nínive y que Dios los perdonara. Y es que el más grande deseo de Jonás era que ellos fueran destruidos a causa de su maldad. Las motivaciones de Jonás estaban enraizadas en el legalismo religioso que caracterizaba a los judíos, que no les permitía entender el amor y la misericordia de Dios para con todos (sus adversarios), cuando ellos mismos en muchas ocasiones fueron perdonados por su rebeldía y maldad. Por eso tampoco entendieron que la misericordia de Dios se hizo manifiesta y extensiva al mundo, en la salvación consumada por Jesucristo, tras su sacrificio en la cruz del Calvario. Además de darle la oportunidad a los habitantes de Nínive de arrepentirse, Dios estaba confrontando al profeta con su talón de Aquiles.
El libro del profeta Jonás, no es otra cosa que la manifestación de la misericordia de Dios. Comienza ordenando al profeta que pregone la condenación que vendría sobre los habitantes de Nínive por su maldad, pero debemos entender que, cuando Dios anuncia condenación por medio de los profetas, siempre está ofreciendo una oportunidad para el arrepentimiento. Es por eso que Jonás decidió desobedecer el mandato, puesto que conociendo el “modus operandi” de Dios, prefirió no ser partícipe de la benevolencia de Jehová con los ninivitas, y decidió “huir” de su presencia. Bien debió saber Jonás que no hay forma de huir de la presencia de Dios, pero al parecer, su sed de venganza y su coraje contra los ninivitas era tal, que antes de ser canal de bendición, prefería la muerte y tal vez por eso decidió desobedecer. Y como Dios respeta nuestras decisiones, le dio espacio para que lidiara con su rabieta y se enfrentara las consecuencias de ella.
Según vemos en Jonás, el rencor es un sentimiento que alimenta la soberbia, disminuye nuestro discernimiento espiritual y nos aleja de la voluntad de Dios. A su vez, esto nos lleva a tomar decisiones motivadas por razones incorrectas que acarrean consecuencias nefastas. Entonces, al igual que el profeta, cuando nos encontramos en un callejón sin salida y presos de nuestras rebeliones, decidimos clamar a Dios e implorar por su misericordia, la misma que no queremos ejercitar con nuestros semejantes. Sin embargo, en medio de nuestro merecido infortunio, Dios atiende nuestro clamor y se apresta a salvarnos y liberarnos, como resultado de su gran amor. Sólo así aprendemos la obediencia a la voluntad de Dios, y terminamos haciendo aquello que Él nos ha encomendado. No obstante, aun cuando hemos decidido someternos a su voluntad, al igual que Jonás, muchas veces terminamos contendiendo con Dios porque hace lo que quiere, y no lo que nosotros queremos. Pero es que no acabamos de entender que los designios de Dios son perfectos y que Él obrará conforme a su propósito y para su gloria. Por eso, como Jonás, somos insertados por Dios en un escenario que nos confrontará una vez más con nuestro talón de Aquiles, para que trabajemos con él y no sea obstáculo al propósito de Dios. Después de todo, ser elegido por Dios para que ejecutemos sus planes, es un privilegio, y sólo puede acarrear bendición.
A groso modo, hemos analizado la historia que comprende el libro de Jonás. Pero dedicaré las siguientes líneas al estudio detallado de los diez versículos que comprenden el capítulo tres. Es en este capítulo, donde luego de haber sido vomitado por el gran pez que Dios preparó para Jonás, éste decidió ir a proclamar el mensaje que Dios le dio, mediante el cual los ninivitas se arrepintieron y Dios se retractó de hacerles el mal que había dicho que les haría, porque los perdonó. Para estos efectos, estaremos utilizando la versión Reina Valera (RVR60) de la Biblia.
Los primeros dos versículos dicen así: “1 Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: 2 Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré”. Esta es la segunda ocasión que Jonás recibe el mandato, puesto que la primera vez él decidió desobedecer y “huir” de la presencia de Jehová. Es curioso que el relato no da detalles del mensaje que Jonás debía proclamar y da a entender que en el momento preciso, Dios iba a darle a conocer su mensaje. Podríamos inferir que Dios sabía que si Jonás llegaba a conocer el mensaje desde ese momento, podía prejuiciarse y arrepentirse de llevar acabo la voluntad de Dios. Y es que según Walton, Matthews y Chavalas (2004), “el viaje desde Jope (donde creemos que el pez dejó a Jonás) hasta Nínive era de unos 935 km. Por lo general, las caravanas viajaban entre 35 y 40 km por día para completar el viaje en aproximadamente un mes” (Walton, 2004, p. 888). Como humanos, somos muy propensos a repetir nuestros errores, pues el deseo de nuestra carne siempre estará contra el espíritu y viceversa, para que no hagamos lo que queremos, según Gálatas 5:17. Jamieson, Fausset y Brown (2003), Dios no le dio el mensaje en esta ocasión, porque “esto es para mostrar cuán libremente se da a sí mismo, en el espíritu de la obediencia incondicional, para hablar todo lo que a Dios plazca” (Jamieson, Fausset, & Brown, 2003, pp. 1,032). El caso es que esta vez, Jonás decidió obedecer.
Continúa el versículo tres diciendo: “3 Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino”. Algunos afirman, que “Jonás predicó en Nínive a la fuerza” (La Casa de la Biblia, 1997, p. 344). Sin embargo, su oración o cántico de gratitud a Dios, desde el vientre del gran pez por su salvación, infiere un cambio de actitud por su arrepentimiento. Los tres días de camino que le tomaría a Jonás recorrer la ciudad con su mensaje, debió incluir todos los lugares públicos de la ciudad, gran parte de las doce zonas de puertas y las zonas del templo, en las mejores horas para hacer anuncios importantes (Walton, 2004, p. 888). Es interesante el planteamiento suspicaz de Schokel (1980), al expresar que “surge un paralelismo: los tres días o jornadas de recorrido a pie con los tres días en el monstruo. ¿Tiene la ciudad algo de monstruosa, capaz de devorar al profeta?, ¿O sólo parece el ser grande (el adjetivo favorito del libro)? (Schokel & Sicre Díaz, 1980, p. 65). Y es que a Nínive se le ha conocido como una ciudad espeluznante, principalmente por sus crueldad y opresión.
Sigue el relato en el versículo 4 al decir: “4 Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Vale la pena hacer un paréntesis aquí para contrastar el versículo anterior, que afirma que se necesitaban tres días para recorrer Nínive, a diferencia de éste, que establece que Jonás predicó camino de un día. Y es que según Wenham, Motyer, Carson y France (2003), en Nínive “se necesitaban tres días para que un forastero hiciera una visita apropiada”, ésta visita incluiría cierta burocracia aplicada a embajadores y visitantes reales, que en el caso de Jonás se gestionó sólo la parte del primer día del programa como embajador, pues los profetas representaban a un dios, y disfrutaban de cierta inmunidad diplomática (Wenham, Motyer, Carson, & France, 2003, pp. 1,831).
Así que según lo antes expresado, debemos entender que los tres días mencionados implicaban los procesos burocráticos de las visitas oficiales, y no que la ciudad tuviera tal extensión territorial que tomara tres días de camino. Pero en cuanto al mensaje que pregonó Jonás, es curioso que en el relato no se registre el momento en que Dios le reveló tal mensaje al profeta. Pero no es menos curioso que el cumplimiento de su profecía debía tener lugar en cuarenta días. Según Henry (1999) “Cuarenta días es mucho tiempo para que el justo Dios demore juicios, pero es poco para que un pueblo impío se arrepienta y se reforme (Henry, 1999, p. 710).
Pero hace mucho sentido la interpretación de Schokel al decir que “La última palabra del mensaje, “arrasada” o destruida, despierta un eco conocido en el término con que los profetas se refieren a Sodoma y Gomorra, y los recuerdos inducen al sentido de catástrofe, mientras Jonás resulta un poco como Abrahán; ¿Habrá escapatoria? ¿Habrá cincuenta justos?...” (Schokel & Sicre Díaz, 1980, p. 66). Así que bien pudiera ser ésta la razón por la cual los ninivitas creyeron a Dios y se arrepintieron, como vemos en el versículo cinco que dice: “5 Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos”. Ciertamente debieron estar consientes de lo que afirma Schokel, además de la experiencia que vivieron cuando acamparon en contra del rey Ezequías en Jerusalén, en la que fueron heridos de muerte miles de soldados asirios por el ángel de Jehová, por lo que el restante de ellos se volvieron a Nínive junto a su rey Senaquerib. También se dice que los asirios habían experimentado circunstancias terribles que pudieron haber influido en su arrepentimiento, a saber: “la invasión por un enemigo, un eclipse total de sol; hambruna y una epidemia; y una inundación grave” (Wenham, Motyer, Carson, & France, 2003, pp. 1,832). Así que según esto debían estar algo sensibles y a la vez temerosos de volver a sufrir, o más bien desaparecer.
Así que tal amenaza proveniente del Dios de Israel debió sacudir al rey de Nínive, para provocar lo que quedó registrado en el los versículos del seis al ocho, que dice: “6 Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. 7 E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; 8 sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. 9 ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?”. Es interesante la reacción del rey al recibir la noticia, pues estaba muy consciente de la maldad y la violencia que dominaban su ciudad, y aunque el mensaje nunca denunció cosa alguna por el cual vendría la destrucción, ciertamente debían estar conscientes de su injusta manera de vivir.
Seguramente, era la primera vez que un Dios, les enviaba una sentencia de muerte y decidieron humillarse delante de Él, auscultando la posibilidad de apaciguar la ira del Dios de Israel. Y la mejor forma de hacerlo, era la que conocían como parte de las costumbres de los pueblos de la época. Por lo tanto, esto representa un verdadero acto de arrepentimiento y acto de fe, pues decidieron abandonar sus malas prácticas y apartarse de sus malos caminos, sometiendo hasta a los animales a la humillación, aun cuando no tenían base o fundamento alguno que les motivara a esto (Jamieson, Fausset, & Brown, 2003, pp. 1,033). Seguramente esta experiencia servía de enseñanza, como sugiere Young (1977), cuando dice que “la misión de Jonás sirve para hacerles ver a los Israelitas el hecho de que la salvación de Jehová no era exclusiva para una nación. Israel era el siervo que había de llevar el conocimiento de Jehová al mundo” (Young, 1997, p. 282).
Por eso encontramos en el versículo diez un revés a los deseos de Jonás, al registrar que los ninivitas son perdonados por Dios cuando dice: “10 Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo”. Éste fue el desenlace que tanto temió Jonás que fuera el resultado de su predicación, pues el esperaba que Nínive fuera condenada. Pero aquí se hace realidad el planteamiento del salmista cuando dijo: “al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17). Y es que como dice Drane (2004), el mensaje sería un correctivo del exclusivismo de muchos judíos, que al igual que Jonás, estaban dispuestos a distanciarse con tal de no compartir su fe con otros, prefiriendo la destrucción de los no judíos antes que el arrepentimiento que le proporcionara la bendición divina (Drane, 2004, p. 205).
Pese a la respuesta de los ninivitas, no debe tomarse por hecho que ellos hayan cambiado sus dioses. Esto afirman Walton, Matthews y Cavalas, al decir que “los ninivitas no se deshicieron de sus ídolos, ni mostraron gran inclinación a reemplazar a sus dioses por el Yahvé de Israel. Reconocer el poder de un determinado dios no era igual a aceptarlo como su dios único y exclusivo” (Walton, 2004, p. 889). Pero Jamieson, Fausset y Bronw afirman que “el que Dios salvara a Nínive, con las primeras señales de su arrepentimiento, alienta al penitente tímido, y enseña de antemano que la sentencia de Israel, efectuada poco después ha de atribuirse, no a la falta de voluntad para perdonar de parte de Dios, sino a la propia obstinada impenitencia de ellos”. (Jamieson, Fausset, & Brown, 2003, p. 1034). Schokel concuerda con ellos pero añade un argumento interesante al decir que Dios puede cambiar si el hombre cambia, lo que se dice de Israel vale también para los paganos (Schokel & Sicre Díaz, 1980, p. 361). Ciertamente el perdón de Dios para los ninivitas envuelve una enseñanza formidable de la misericordia de Dios, ratificada en el capítulo final, en el que Dios le recrimina a Jonás su actitud.
Ya hemos considerado cada uno de los versículos del capítulo tres del libro de Jonás. Recapitulando en los hallazgos de nuestra investigación:
- Vimos que Jonás, habiendo experimentado una situación traumática que casi le cuesta la vida, entiende que no es posible huir de Dios, y arrepentido, en esta ocasión prefiere ser obediente a su voluntad. Y esto, sin haber recibido el mensaje que debía llevar, pues Dios se lo haría saber en algún momento.
- A Jonás le esperaba un largo camino, y debía estar dispuesto a obedecer, cualquiera que fuera el mensaje. De haberlo conocido de antemano, tal vez corría el riesgo de prejuiciarse y volver a tomar una decisión equivocada, guiada por sus sentimientos y no conforme al propósito de Dios.
- Se considera que existe cierto paralelismo entre la descripción de la ciudad y los tres días de camino, con su anterior experiencia en el vientre del gran pez.
- En cuanto al mensaje, resalta la intencionalidad del plazo de cuarenta días para el cumplimiento de la profecía, que a todas luces grita la misericordia de Dios en la oportunidad para arrepentirse.
- La pronta respuesta de los ninivitas es relacionada con el resultado de la afrenta sufrida por el ejército asirio cuando se levantó con arrogancia ante Judá, además de varias experiencias traumáticas que como ciudad habían vivido.
- La penitencia de ayuno de hombres y animales, y el vestirse de cilicio y ceniza, revela la forma en que se humillaban los pueblos antiguos, buscando el favor de sus dioses. En este caso, ante la amenaza del Dios de Israel, esperaban tener una oportunidad dentro del plazo establecido.
- Dios los perdonó y no fueron destruidos, lo que sirve de moraleja al pueblo de Dios, que creían tener un Dios exclusivo que sólo los debía salvar a ellos, pero el deber de ellos como pueblo era dar a conocer al Dios que salva a las naciones.
El mensaje del capítulo tres del libro de Jonás, nos confronta con nuestra naturaleza humana, que tiende a rehusarse a la voluntad de Dios, porque con regularidad no se parece a lo que nosotros queremos o esperamos. La realidad es que cuando esa naturaleza nos domina, estamos teniendo serios problemas en nuestra relación con Dios. La mayoría de las veces que esto pasa, es que no hemos decidido negarnos a nosotros mismos, postrando todo lo que somos y lo que tenemos a los pies de la cruz, para que Él nos dirija, trace nuestro camino y haga cumplir su propósito en nosotros. Por eso, Dios permite que nos rodeen las tempestades en las que decidimos navegar, porque la furia de ellas nos recuerdan que sin Él nada somos, y que en Él hay plenitud de gozo y delicias a su diestra para siempre.
Muchas veces nos sentamos a esperar que Dios nos de todos los detalles de lo que será nuestro caminar en Él, cuando la mayoría del tiempo no nos conviene saberlo. Sin saber los detalles somos expertos poniéndole trabas a Dios en el plan que a diseñado para nosotros, imagínense si llegamos a saberlo todo… Lo ideal es renunciar al yo, y ponernos en las manos de Dios para que nos use como Él quiera. No son pocas las veces que Dios nos envía a lugares a los que no queremos ir, o a personas con las que no quisiéramos tratar. Pero lo hace para que derrotemos los límites que con frecuencia ponemos en nuestras mentes y corazones, que son piedras de tropiezo en la transformación que Él quiere hacer en nosotros y en el plan de trabajo donde nos quiere insertar. Nada puede hacer a los hombres más felices que vivir en el centro de la voluntad de Dios. Pero esto implica el abandonar nuestros viejos prejuicios y estar dispuestos a trabajar con las nuevas herramientas que Dios quiere poner a nuestra disposición. Él quiere depositar el vino nuevo en odres nuevos. Fuimos llamados para ser instrumentos y servir al plan de Dios, no a servirnos conforme al nuestro. Dios está buscando adoradores que le adoren en espíritu y en verdad, aquellos que no sean piedras de tropiezo y sí instrumentos de bendición.
Referencias
Drane, J. (2004). Introducción al Antiguo Testamento. Barcelona, España: Editorial Clie.
Henry, M. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry . Terrassa, Barcelona: Editorial CLIE.
Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2003). Comentario Exegético Explicativo de la Biblia Tomo I: El Antiguo Testamento. El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones.
La Casa de la Biblia. (1997). Comentario al Antiguo Testamento II. Navarra, España: Editorial La Casa de la Biblia.
Schokel, A., & Sicre Díaz, J. L. (1980). Profetas II; Ezequiel * Doce Profetas Menores * Daniel * Baruc * Carta de Jeremías. Madrid, España: Ediciones Cristiandad.
Walton, M. C. (2004). Comentario del Contexto Cultural de la Biblia Antiguo Testamento. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.
Wenham, Motyer, Carson, & France. (2003). Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.
Young, E. J. (1997). Una Introducción al Antiguo Testamento. Grand Rapids, Michigan: Editorial Wm B. Eerdmans Publishing Co.
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