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viernes, 26 de agosto de 2016

El sufrimiento... ¡Un proceso transformador!

Somos muchos los que nos hacemos esta pregunta con frecuencia: ¿por qué los seres humanos tenemos que sufrir? La gran mayoría de nosotros miramos este proceso con recelo, porque implica momentos de dolor y angustia que rehusamos atravesar, porque se nos ha inculcado que los seres humanos vienen a este mundo para ser felices. Aunque la "felicidad" no es el fin último de nuestra existencia sobre la tierra, es uno de los beneficios más codiciados en la vida, y en su búsqueda, la humanidad se ha alejado de Dios y se ha vuelto tan egoísta, que cada cual busca la suya sin importar cuánto daño le hace a su semejante. Pero le guste o no a los seres humanos, el sufrimiento es un proceso ineludible que hay que aprobar en la escuela de la vida, que aporta grandes beneficios al desarrollo de nuestro carácter. Pero, ¿qué es el sufrimiento? Con mucha frecuencia, según nuestro contexto cultural, acostumbramos a asignar nuestros propios conceptos y definiciones a las palabras. Pero cuando entramos en el análisis profundo de un tema, estamos obligados a examinar con cuidado los conceptos que dirigen nuestros planteamientos.  Por eso nos referimos al Diccionario de la Real Academia Española, que ofrece un sinnúmero de definiciones para el verbo (sufrir). De éstas hemos seleccionado las que se ajustan a nuestros planteamientos, y subrayamos las que entendemos que deben prevalecer en nuestro entendimiento del verbo (sufrir), y dice que es [Sentir físicamente un daño, un dolor, una enfermedad o un castigo; sentir un daño moral; recibir con resignación un daño moral o físico; sostenerresistirtolerar o llevar con pacienciapermitirconsentirsatisfacer por medio de la penasometerse a una prueba o examencontenersereprimirse]. Tal vez, la mayoría de nosotros, no encontramos aquí nuestra definición (concepción) sobre el sufrimiento, pero éstas son las definiciones oficialmente relacionadas a este verbo en Latinoamérica, y encontramos en ellas la manera correcta de entender el sufrimiento.
Por otro lado, la "felicidad" es un estado que sólo alcanza su grado superlativo y permanente cuando decidimos rendir nuestras vidas en adoración/obediencia a Dios, aunque esto no implica ausencia de sufrimiento. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la (felicidad) se define como [Estado de grata satisfacción espiritual y física; persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz; ausencia de inconvenientes o tropiezos]. De aquí también hemos subrayado la definición que debe prevalecer en nuestro entendimiento de la felicidad. Sin embargo, la humanidad define "felicidad" según el resto de las definiciones ofrecidas en el diccionario, y es por eso que también se afecta su entendimiento del sufrimiento, pues la felicidad de los seres humanos no debe estar basada en (personas, situaciones ni objetos, que producen más sufrimiento) sino, en su estado de grata satisfacción espiritual, de lo que muchos de nosotros podemos ser testigos. Así lo enseñó el apóstol Pablo en su segunda carta a los corintios, respecto a la persecución y los sufrimientos que vivían por causa del evangelio diciendo: "Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día a día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora pasamos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno." (2 Corintios 4:16-18). Y no es que seamos insensibles al sufrimiento, es que confiamos en las promesas y los propósitos de Dios, aunque no entendamos los procesos.
Muchos viven haciendo malabares en su afán de alcanzar la supuesta "felicidad" que viven las luminarias de la alta alcurnia, que es evidentemente inalcanzable para el resto de los seres vivientes, y que tanto promueven los medios de comunicación. Sumidos en la ambición, desperdician toda su vida en trabajo forzoso y extenuante, que irónicamente, les roba el tiempo para disfrutar de lo que cosechan y cultivar el núcleo familiar, por lo que se hace imposible alcanzar la tan anhelada "felicidad", pues terminan perdiendo las cosas más importantes de la vida y que el dinero no puede comprar. En ocasiones, esto los lleva a adquirir deudas impagables debido el exceso de posesiones, que terminan robándoles el sueño, en su intento de sobreproteger lo que con tanto sacrificio han logrado. Por otro lado, hay quienes en su impotencia, terminan incurriendo en mecanismos reprochables y peligrosos, que en vez de proveerles la tan anhelada "felicidad", terminan privados de su libertad o prófugos de la justicia y sumidos en el estrés y el temor de que otros puedan arrebatarle lo que con muy poco sacrificio y de forma deshonesta han adquirido. Con todo esto, los que se esfuerzan y los que no, terminan sumidos en sufrimientos que son el resultado de malas decisiones, que se suman  a los que ofrece la escuela de la vida. Por eso debemos hacernos una pregunta obligada... ¿Realmente hay felicidad en todo eso? Hay una gran diferencia en atravesar por sufrimientos provocados por el pecado de la gente que vive alejada de Dios, por lo que no pueden ser felices; y atravesar los sufrimientos que forman parte del proceso natural de la vida, agarrados de la poderosa mano de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que nos hace vivir felices en la esperanza de su salvación y utiliza estos procesos para formar el carácter que nos lleva a parecernos cada vez más a Él.
El apóstol Pablo describe la condición del pecado en los hombres y su esperanza diciendo: "...Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús...(Romanos 2:22-24). Así que mientras vivimos alejados de Dios, estamos destituidos de Su gloria y vivimos bajo la ley del pecado, que acarrea mucho sufrimiento y dolor. Por eso envió a su Hijo Jesucristo a rescatarnos del pecado y restablecer nuestra relación con Dios, que nos devuelve una óptica correcta de la vida y la verdadera felicidad, a pesar del sufrimiento. Así el mismo Pablo lo explicó en su carta a los efesios cuando dijo: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica." (Efesios 2:4-10).
Es por esto que cuando rendimos nuestras vidas a la voluntad de Dios, miramos el mundo y lo que sucede en él desde otra perspectiva, pues vivimos conforme al plan de Dios y no conforme a nuestros planes. Y cuando enfrentamos situaciones difíciles, lo hacemos confiando en la buena voluntad de Dios porque "...sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo a su propósito." (Romanos 8-28).  Y usted me dirá, pero es que yo no he sido llamado... y yo le diré, Dios le está llamando desde la primera vez que usted escuchó de Él, y hoy le está llamando por medio de esta Palabra.  La salvación es para todo aquel que crea y se arrepienta de su vida de pecado y decida caminar el resto de su vida conforme a las enseñanzas de Jesús.  Sólo así se hace posible entender que el sufrimiento es una parte esencial de la vida, pues tenemos mucho que aprender en él.
En la carta a los romanos, el apóstol Pablo nos señala cuáles son los frutos que produce el sufrimiento en aquellos que han decidido vivir sus vidas en Cristo Jesús, basado en su propia experiencia diciendo: "En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado." (Romanos 5:1-5).
En la Biblia podemos encontrar más pistas que nos llevan a entender un poco más acerca del propósito del sufrimiento como proceso transformador, especialmente en la vida de Jesús. La carta a los hebreos dice que "...vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos. En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos." (Hebreos 2:9-10). Así que si Jesús fue perfeccionado por medio del sufrimiento, implica que, (#1) el sufrimiento tiene el propósito de llevarnos a la perfección.  También en la carta a los hebreos se nos dice lo siguiente: "En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen..." (Hebreos 5:7-9). Así que si Jesús aprendió a obedecer por medio del sufrimiento, implica que, (#2) el sufrimiento tiene el propósito de llevarnos a la obediencia.  
Por lo tanto, si el Hijo de Dios fue perfeccionado y aprendió a obedecer por medio del sufrimiento, sería ingenuo de nuestra parte pensar que nosotros, habiendo sido adoptados como hijos, no vayamos a la misma escuela y seamos probados y examinados de la misma manera que el Autor y Consumador de nuestra fe Jesucristo, que con Su sangre compró nuestra adopción y derecho hereditario.  La carta a los hebreos nos muestra el sufrimiento como un efecto de la disciplina de Dios diciendo: "En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se nos dirige: [Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama y azota a todo el que recibe como hijo]. Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus para que vivamos? En efecto nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados en ella." (Hebreos 12:4-11).  
Todo esto, amados hermanos, nos debe cambiar el panorama de lo que entendemos por sufrimiento y cómo debemos enfrentarlo. Suframos con gozo y alegría las disciplinas del Señor y dejémonos transformar por ellas para que su obra en nosotros sea completada.  La carta de Santiago nos exhorta: "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada." (Santiago 1:1-4). Finalizo esta reflexión con las palabras de aliento registradas en la primera carta del apóstol Pedro a las iglesias, que dice así: "¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Asi también la fe de ustedes, que vale más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación." (1 Pedro 1:3-9).
Eduardo Figueroa Aponte

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